El pulsar de la Vida

El pulsar de la Vida

 pulsar

Mucho antes de ver la luz en este mundo, vivimos inmersos en un mundo de sonido pulsante en el vientre materno. El latido del corazón y la voz de nuestra madre son las primeras impresiones rítmicas que dan forma a nuestra conciencia. En este mundo acuático de sonido rítmico surge la primera comunicación entre la madre y el hijo. En este tiempo de vida, la pulsación es una constante y profunda experiencia. El latido del corazón es una medida rítmica elemental en nuestro interior. Esta medida encarna un tempo específico relacionado con todas las otras pulsaciones y ritmos que nosotros portamos, tocamos o utilizamos. Puede ser más rápido, más lento o sincronizarse con la pulsación de un ritmo musical específico, pero siempre regresará a su propio ritmo.

Cuando sentimos nuestro pulso sentimos este poder rítmico primal, somos uno con él, nos encontramos a nosotros mismos en nuestro pulso. Y así como lo vamos concientizando se convierte en nuestro compañero de vida y vamos desarrollando o restableciendo una relación con nuestro fundamento rítmico primal. Este pulsar del corazón es producido por la alternante contracción (Diástole) y relajación (Sístole) del músculo del corazón. Dos partes de nuestro sistema nervioso, conocidos como el Simpático y el Parasimpático están en constante control del ritmo del corazón. Uno estimula, el otro inhibe. El pulsar del corazón está por lo tanto imbuido en las fuerzas que trabajan en nuestro sistema nervioso, pero los orígenes de este poder rítmico sigue siendo un absoluto misterio. Escucha tu propio corazón o pega un oído al pecho de alguien y escucharás el ritmo del pulsar del corazón: Bpp Bmm . Bpp Bmm . Bpp Bmm La melodía divide los intervalos en 3 “subpulsos”, pero si el cuerpo se mueve más activamente, la melodía cambia y escuchamos solo intervalos divididos en 2: Bpp Bmm Bpp Bmm Bpp Bmm – Las dos divisiones básicas del tiempo en la composición de toda la música.

El corazón envía información al cerebro a través cuatro conexiones. Una de ellas está destinada a enviar al cerebro el ritmo del pulsar. Y aunque el latido del corazón es un evento rítmico muy complejo sin embargo podemos experimentarlo como una simple, sostenedora pulsación dentro de nuestro cuerpo. Escuchamos música con el cuerpo y hacemos música con el cuerpo.

El cuerpo y sus ritmos juegan un rol central. El conocimiento del pulso interior lo encontramos en la música de todas las culturas. Hay tambores que imitan o manifiestan directamente la melodía del latido del corazón. El toque de los nativoamericanos es una transposición musical directa del pulsar del corazón, del mismo modo que en otras culturas como Corea y Japón. Y naturalmente también constituye la fundación rítmica de los complejos ritmos de la India.

Los ritmos de los tambores actúan sobre el pulsar del corazón y esto es un poder esencial en los rituales de sanación de todas las culturas, ya que los ritmos corporales de todos los participantes cambian en concordancia con el impacto de la música tocada. Cada ritmo, al igual que nuestro pulsar es multidimensional. Esta cualidad permite que el pulsar y el tambor se toquen el uno al otro. Por multidimensional también me refiero a que del mismo modo que el pulsar del corazón, contienen en sí la posibilidad de subdividirse en 2 o en 3.

Todos nosotros portamos la pulsación viviente en nuestro interior. Cuando desarrollamos estas habilidades rítmicas, la precisión de la ejecución es el resultado de la combinación de movimientos motores y la escucha. La atención es dirigida al exterior y al interior. Cada una de las tres (Movimiento motor, escucha exterior y escucha interior) pueden ser enfocadas cada una en sí misma, pero cuando las sentimos juntas, como unidad, nos regalan un alto grado de estabilidad rítmica y de exactitud en conjunción con la perceptible flexibilidad. Las pulsaciones en la naturaleza no son “exactamente” regulares, sino que fluctúan al igual que las pulsaciones internas. Y esa flexibilidad permite y genera variaciones de tiempo sutiles – un fenómeno que fortalece la elasticidad de nuestro propio pulsar. Al acompañar la flexibilidad de nuestro pulsar ganamos vitalidad, unidad, ahorro de energía y conexión.

Carlos Solrac Pussetto